lunes, 21 de abril de 2008

Los deseos imaginarios de Cristina



Marcos Duarte


Cristina se proclamo hegeliana en la apertura del Congreso de Filosofía que los Kirchner organizaron para recordar aquel de 1949 en el que Juan Domingo Perón que presentó al mundo el concepto de la "Comunidad Organizada".

Hasta el momento esa afirmación no había tenido consecuencias prácticas de ningún tipo, pero en estos últimos días la Presidenta de la Nación parece haber hecho suya aquella reflexión del pensador alemán en la que sostenía que todos los hechos y personajes de gran importancia en la historia aparecen, como si dijéramos, dos veces.

Pareció creer que se reeditaba alguno momento épico donde ella encarnaba a la abanderada de los humildes que embestía contra los intereses de la oligarquía terrateniente y que ante la reacción golpista de las clases dominantes su gobierno iba a ser sostenido con la movilización de las clases populares aliadas a la juventud maravillosa.

Todas estas imágenes fueron reproducidas hasta el cansancio por los voceros del Kirchnerismo con el claro objetivo de lograr que el miedo, la confusión y los corsés pseudo-ideológicos debilitaran lo que parecía la primera manifestación social masiva de descontento en la Argentina K.

Como siempre, la realidad era más compleja, la “oligarquía terrateniente” no era el sector social mas afectado por la suba de las retenciones. No lo era por una razón muy sencilla: el volumen de las ganancias de los grandes inversores agropecuarios los hacen más inmunes a las exacciones estatales. Además, si este sector era el enemigo jurado del gobierno popular, ¿como se explica la enorme simpatía demostrada una y mil veces por la Presidenta alguien tan alejado al estereotipo de “peón rural” como Roberto Urquia?, catapultándolo incluso al primer lugar de la lista que la acompañaba en nuestra provincia.

Los mas perjudicados eran, por simple lógica, los pequeños y medianos productores agropecuarios, tradicionalmente representados por la Federación Agraria Argentina, organización considerada hasta hace un par de semanas como “amiga” del “proyecto nacional” del matrimonio K.

La embestida redistributiva tampoco parecía tan clara. La Presidenta nunca intento indicarnos en que manual del gobierno popular se explicaba porque las alícuotas de las retenciones eran exactamente iguales para el magnate sojero Grobopatel que para el chacarero raso de Río Primero. Curiosa omisión para la jefa de un Estado que justifica la regresividad de su sistema impositivo en su propia incapacidad para cobrar el tributo redistributivo por excelencia, el “viejo y glorioso” impuesto a las ganancias.

Por otro lado, tampoco son muy visibles las políticas redistributivas hacia el resto de la sociedad, financiadas con el dinero de las retenciones. Salvo que consideremos como tal los cuatro mil millones de dólares que se van a invertir en el Tren Bala.

La foto se pone aun más borrosa cuando analizamos la inesperada reacción de los sectores urbanos. ¡Son los militantes de Carrio! bramo el inefable Jefe de Gabinete, ¡Son conocidos defensores de genocidas! Dijo Cristina, horas después de que el bloque oficialista dejara sin quórum la sesión convocada para anular los indultos de Menem.

Es difícil saberlo, pero ¿es muy alocado pensar que quienes salieron a manifestarse espontáneamente fueran las mismas personas que provocaran la derrota electoral del “proyecto nacional” en ciudades como Córdoba, Rosario, La Plata, Capital Federal, Mendoza y Mar del Plata, entre otras?

¿No será que las valijas de dinero, la soberbia de los Fernández, la presencia de los De Vido y los Moreno, las mentiras del INDEC, y hasta la incertidumbre sobre el paradero de Julio López, hayan llevado a un sector importante de la sociedad a expresar su hartazgo y malestar aprovechando una referencia social tan inesperada como los sectores rurales?

Por ultimo, los grupos que se concentraron en una oficina gubernamental y provocaron los incidentes en Plaza de Mayo o los que acamparon en Ceiba, no parecían precisamente sectores concientes de la clase obrera movilizados en defensa sus conquistas. De no ser por la falta de uniformes, se acercarían más a los grupos de choque mussolinianos o a los tradicionales rompehuelgas.

Lamentablemente Cristina no pudo tener su revival histórico hegeliano. Esperemos que descubra que Marx corrigió a su maestro: Los hechos y los personajes aparecen dos veces en la historia… la primera vez como tragedia, la segunda como farsa.

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