viernes, 5 de junio de 2009

Hacia un 'New Deal' global

JOAQUÍN ESTEFANÍA 05/06/2009 ha dirigido el Informe sobre la Democracia en España 2009, de la Fundación Alternativas, titulado Pactos para una nueva prosperidad. Hacia un New Deal global.


En cuanto han surgido los primeros brotes verdes que indicarían que la crisis económica ha tocado fondo, bien o malintencionadamente han empezado a multiplicarse las declaraciones de que "hay que volver a la senda de la prosperidad de la que hemos salido". Es un poco prematura tal reflexión porque los brotes verdes, si fueran inequívocos y menos volátiles, señalarían sólo que se ha tocado fondo y que a partir de ahora el deterioro será menos rápido, pero no que se ha iniciado la recuperación.

La nostálgica voluntad de volver a la prosperidad perdida anuncia que no hemos aprendido la lección, que la voluntad reformadora de lo que ha funcionado mal era fingida, sobrevenida y forzada, y que no se comparte que aquella senda es la que nos ha conducido a estos resultados. Ante una crisis de la profundidad y velocidad que soportamos hay que cambiar el modelo y las reglas a nivel global. No se puede volver a este funcionamiento de casino financiero sin semáforos. Los dioses del pasado han resultado ser falsos y hay quien pretende regresar al delirio de su adoración.

Un pacto entre las principales fuerzas políticas que recoja los estímulos necesarios para salir de la Gran Recesión y que introduzca una mayor regulación de la arquitectura financiera constituye la prioridad para superar esta crisis global que tiene el potencial de ser la más destructiva desde la Gran Depresión de la década de los treinta del siglo pasado. Ese pacto sería el equivalente, en el marco de la globalización, de los acuerdos que tras la Segunda Guerra Mundial concluyeron los socialdemócratas y los democristianos europeos y que condujeron a la llamada edad dorada del capitalismo y a la creación de los modernos Estados de bienestar. Con ese pacto se trataría de evitar que una vez que la inicial crisis financiera ha devenido en una crisis de la economía real (recesión, y tal vez una depresión aguda y duradera en algunas partes del planeta), el resultado acabe siendo una crisis política, como ha sucedido en otros momentos de la historia.

Ese pacto fue calificado por Gordon Brown, en la primera visita que un líder europeo hizo al nuevo presidente de EE UU, Barack Obama, como una especie de New Deal global. El New Deal fue la política económica aplicada por el presidente Franklin Delano Roosevelt a partir del año 1933 para sacar a EE UU de la Gran Depresión que había comenzado con el crash bursátil de 1929. Cuentan los historiadores que en un principio nadie tenía mucha idea de lo que significaba new deal; uno de los asesores del presidente demócrata escribió ese difuso concepto en el discurso de aceptación que Roosevelt había de pronunciar en Chicago a mediados de 1932, sin pensar mucho en su significación profunda. Pero el nuevo paradigma prendió y ha llegado con mucha fuerza hasta nuestros días. El New Deal consistió, en líneas generales, en una serie de medidas de salvamento del sector financiero y de estímulo a la agricultura y a la industria, pasando por la conservación de la naturaleza y por la devolución de cierta influencia a unos sindicatos por entonces demediados. Por ello, una parte de la derecha americana detestó y temió a Roosevelt y sus reformas: estimaban que con las inversiones públicas destinadas a poner fin al paro, con las reformas destinadas a aumentar el bienestar social, con sus ataques a los centros más tradicionales de los poderes fácticos y sus apoyos a los sindicatos, estaba conduciendo a EE UU a "las malolientes aguas del socialismo". Seguramente esa derecha no conocía el estupendo ensayo del sociólogo alemán Werner Sombart, titulado expresivamente ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? (recientemente reeditado en España, Capitán Swing Libros).

Sin embargo, con la distancia que da el tiempo, los analistas más ponderados han concluido que con el New Deal, Roosevelt salvó al capitalismo americano (transformándolo, regulándolo y humanizándolo) y logró que EE UU acabase por aceptar las responsabilidades que conlleva un poder que en buena parte se ejerce a escala mundial.

Brown declaró en la visita citada que se recordará a Obama por su trabajo en la recuperación económica. Obama se ha inspirado sin duda en el New Deal de Roosevelt. ¿En qué ha consistido hasta ahora su trabajo en política económica?

Primero, en poner las bases para la recuperación del sistema financiero, afectado por una crisis de solvencia, mediante una serie de medidas heterogéneas, entre las cuales se pueden citar como las más importantes la adquisición de activos de alto riesgo y la capitalización de entidades a través de su nacionalización.

Segundo, en instrumentar un plan de estímulo a la economía real con el objetivo prioritario de crear millones de puestos de trabajo. Ese programa aporta un mayor equilibrio entre el mercado y el Estado después de un cuarto de siglo de hegemonía absoluta del primero, sometido a escasas normas de regulación. Durante ese tiempo los partidarios de la revolución conservadora declaraban que el Estado era el problema y el mercado la solución, y que el Estado debía limitarse a administrar lo que le indicase el mercado.

Ahora, por el contrario, el Estado tiene que intervenir con inyecciones masivas de gasto público en infraestructuras clásicas, en nuevas fuentes de energía renovable, en sostenibilidad, en las tecnologías de la información y la comunicación avanzadas, en educación y formación, en el rescate de industrias estratégicas como la del automóvil, así como con reducciones de impuestos a las capas más bajas de la población y a la clase media, compensadas por incrementos de los gravámenes a las capas más ricas y a las ganancias de capital.

Por último, se espera una reforma profunda en el sistema sanitario público estadounidense, de modo que se incorporen al mismo los más de 50 millones de ciudadanos pobres excluidos hasta ahora de cobertura.

El conjunto del plan de estímulo de EE UU multiplicará el endeudamiento público (déficit y deuda) hasta niveles desconocidos, prohibidos hasta ahora por la ortodoxia dominante en este pasado cuarto de siglo. Se prevé que el déficit público de EE UU supere el 12% o el 13%, del PIB, pero también que sea uno de los primeros países en salir de la Gran Recesión, gracias a esta política económica.

El juego de ayudas al sector financiero para que no quiebre, y de medidas de apoyo a la demanda para que la economía reaccione y disminuyan los porcentajes de paro, está siendo básicamente aplicado por la mayor parte de los países del mundo, independientemente de la ideología de sus gobiernos. Las diferencias están en la letra pequeña y en si se deben anteponer los esfuerzos reguladores al incremento del gasto público, o viceversa. Pero en la primera década del siglo XXI "todos somos keynesianos", como declaró hace tres décadas el presidente republicano Richard Nixon. Ello supone la ruptura del modelo neoliberal o de "fundamentalismo de mercado" (Stiglitz), predominante desde principios de los ochenta de la anterior centuria, cuya tendencia a la desregulación y a los excesos del mercado ha sido considerado muy mayoritariamente como la principal razón de la crisis económica. Por eso resultan sospechosas las rápidas llamadas "a la vuelta a la senda de prosperidad de la que hemos salido".

Incluso si este pacto para un New Deal global existiera y tuviera éxito, no sería suficiente para hacer frente a los problemas específicos que arrastra cada economía. Se trata de una condición necesaria, pero no suficiente. La crisis ha parecido homogeneizar los problemas, pero cada economía presenta unas características particulares que serán determinantes a la hora de definir su futuro una vez superada la fase álgida de la Gran Recesión. En el caso español habrá que reconducir un modelo de crecimiento de baja productividad. Cuando se acaba de cumplir el primer aniversario de las elecciones generales de marzo de 2008, que parecieron poner fin a la época de la crispación, las condiciones políticas para llegar a un pacto nacional no parecen las más adecuadas por la falta de liderazgo y de convencimiento del Gobierno y por la incomparecencia de la oposición. Pero ésta es ya otra historia.

miércoles, 3 de junio de 2009

Autoritarismos colorados

Por Alfredo Leuco


Las relaciones carnales con el chavismo actuaron como una bomba de fragmentación en la campaña electoral de Néstor Kirchner. Obligaron al Gobierno nacional a soportar el papelón de tener que fingir que creen que lo que Chávez le dijo a Lula era realmente una jodita para “Gran Cuñado”. El que se acuesta con Chávez amanece mojado. Son los peligros del infantilismo bolivariano. No es la primera vez que granadas de este tipo les estallan en las manos a los Kirchner. La valija negra llena de verdes de Antonini y PDVSA en el avión de Enarsa comandado por Claudio Uberti fue el ejemplo más popular. Pero el daño mayor en nuestra economía fue la bicicleta ilegal que los venezolanos hicieron con el dólar paralelo y el remate de los bonos argentinos en un santiamén. Conviene recordar que, además, nos habían cobrado intereses más usurarios que socialistas aprovechando que los Kirchner tenían cerradas todas las ventanillas del crédito internacional. Pero esta vez, a sólo 30 días de una elección clave para el futuro del Proyecto K, fue patético ver al Gobierno sin otro camino que la complicidad con un Chávez que le tomó el pelo y subestimó la inteligencia del pueblo argentino.

El otro costo que tuvieron que pagar los Kirchner fue haber utilizado la palabra “fondos” para cuestionar al grupo Techint por “ser argentinos para pedir pero extranjeros para depositar”, en referencia a los primeros 400 millones de dólares que cobraron de Venezuela por la indemnización de Sidor y que no regresaron a nuestro país. La falta de documentación probatoria de la ruta del dinero que los Kirchner cobraron por regalías petroleras mal liquidadas es absoluta. No han mostrado nunca ni una boleta de depósito. Ni un resumen de cuenta con los intereses ganados. Jamás explicaron el rol que jugó Aldo Ducler en esas inversiones. Ducler, en su momento, tuvo un pedido de captura de la Interpol mexicana por una investigación por narcolavado del cartel de Juárez. Justo los Kirchner que son tan obsesivos con el dinero no han podido despejar tantas incógnitas. Cada vez que los medios de comunicación se pusieron a investigar, los funcionarios implicados se paralizaron de miedo y sellaron sus labios como si el mismísmo Néstor les dijera: “No aclaren que oscurece”. El senador nacional por el radicalismo santacruceño y ex intendente de Río Gallegos, Alfredo Martínez, confirmó que “a excepción de dos fideicomisos que se hicieron, el resto de ese dinero jamás volvió, nunca hubo rendición de cuentas y el gobierno actual de Daniel Peralta está pidiendo un crédito por 2 mil millones de pesos”.

La memoria colectiva asocia rápidamente la palabra fondos a Santa Cruz, más allá de los desesperados intentos de censura y del primitivismo intelectual de creer que lo que no se nombra no existe. Néstor Kirchner sabe que el día que pierda poder político este tristemente célebre tema lo empujará a recorrer los Tribunales para dar las explicaciones correspondientes.

Las nacionalizaciones venezolanas tuvieron un solo efecto positivo. Permitieron comprobar que muchos empresarios argentinos y sus asociaciones no habían perdido el habla. Durante mucho tiempo fueron las estrellas aplaudidoras de cuanto anuncio hiciera Néstor o Cristina. Algunos empresarios, como Juan José Aranguren, tuvieron el coraje de defender su dignidad y no arrodillarse ni ante Guillermo Moreno ni ante Néstor Kirchner. Pero muchos desertaron de la verdadera responsabilidad social que tienen, que es la de participar del debate público que sugiera rumbos estratégicos como hace, por ejemplo, la poderosa burguesía nacional brasileña.

La cobardía eterna del capital hizo que muchos empresarios importantes miraran para otro lado mientras incrementaban sus fortunas. Ahora están probando la misma medicina que muchos sectores como el campo o el periodismo, entre otros, vienen probando amargamente hace mucho. Siempre cuesta más reclamar solidaridad cuando no se fue solidario.

Todos estos padecimientos para el Gobierno vinieron del frente externo. Pero fronteras adentro, en los últimos días, puede registrarse una mayor cohesión de sus filas y cierto crecimiento en sus votos en el Conurbano bonaerense. Esto significa que el kirchnerismo, con ese capital electoral, podría neutralizar parte de su mala actuación en el interior de la provincia de Buenos Aires y en los grandes distritos con mayor presencia de clases medias urbanas y rurales.

Simultáneamente, se viene produciendo un “amesetamiento” y una leve caída –por ahora– de la intención de voto por Francisco de Narváez y un crecimiento de la boleta que lleva a Margarita Stolbizer y a Ricardo Alfonsín. No es casual que algunas consultoras hayan vuelto a hablar de “triple empate”. La novedad es que el Acuerdo Cívico y Social, con recursos muy austeros, está tocando bocina y pidiendo paso a Unión-PRO, que viene perdiendo lentamente la etiqueta de “peronismo disidente”. Eso genera discusiones internas que por sus decibeles son muy difíciles de ocultar y muestran la fragilidad de ese acuerdo que hace mella, incluso, en la figura de Gabriela Michetti, que también está padeciendo el crecimiento de la boleta de Alfonso Prat-Gay en Capital.

Ya no se trata sólo de que Francisco de Narváez haya dejado afuera de la publicidad al único peronista con una antigüedad superior a los ocho años como Felipe Solá. El estilo de imponer decisiones sentado sobre la chequera los lleva en muchos casos a equivocarse. Que De Narváez le haya sacado tarjeta roja a Jorge Sarghini, uno de los diputados más capacitados y activos del Parlamento, fue sólo la punta del iceberg. Con la idea de exterminar todo vestigio de duhaldismo (menos los duhaldistas del dueño de la pelota), han barrido con cientos de cuadros peronistas de muchísimos pueblos y ciudades. Ni siquiera les permitieron presentar lista a históricos dirigentes justicialistas con trabajos de años en el territorio. Y todo con decisiones autoritarias tipo patrón de estancia, al más puro estilo kirchnerista, o con excusas insólitas, como las de haber extraviado la documentación en el camino. La propia Chiche Duhalde, que no movería ni una hoja que beneficiara a Néstor Kirchner, aceptó que va a votar a De Narváez pero que la lista no la conforma. El resultado es que una parte del aparato del peronismo no kirchnerista va a empezar a expresar esta semana su repudio a Francisco de Narváez llamando a no votarlo. “Ni Kirchner ni De Narváez” es la postura de muchos de ellos que algunos miles de votos mueven. ¿Cortarán boletas? ¿Castigarán a los dos apoyando el Acuerdo Cívico? ¿Algunos volverán con el caballo cansado al kirchnerismo?

Todavía el avispero está muy revolucionado. La bronca es grande y hay poco tiempo y espacio para tomar decisiones. Pero está claro que eso impacta en la capacidad movilizadora y organizativa de la lista de De Narváez. Tal vez por eso tuvieron que apelar a un nuevo spot publicitario donde piden fiscales para controlar las elecciones. “¿Me ayudás?”, pregunta el Colorado al final. “Cómo te vamos a ayudar si vos no ayudás a nadie”, contestan quienes han quedado al margen del armado electoral.

Esa “desperonización” de la lista peronista disidente generó más resistencia porque muchos cargos fueron cubiertos con mucha gente de Capital que jamás pisó la Provincia y con gente elegante acostumbrada a trajinar más reuniones de directorio que el barro. Eso favorece a Kirchner, que hace todo lo contrario y potencia su identidad peronista; y a Elisa Carrió, que registró ese fenómeno y salió a buscar el voto de los peronistas independientes. Hay que ver cuál es la real dimensión del fenómeno. Lo cierto es que parece haber encontrado su techo la política sustentada en lo abultado de las cuentas bancarias.

El diputado de la Coalición Cívica Fernando Iglesias puso el dedo en la llaga al respecto: “Una República basada en la idea de igualdad presupone que todos los ciudadanos, también los ricos, tengan derecho a acceder a cargos públicos, ya que es falsa la pretensión populista de que sólo los pobres pueden representar los intereses de las mayorías. Pero algo completamente diferente sucede cuando la posesión de enormes sumas de dinero se torna una precondición del acceso a las principales candidaturas, lo que destruye la idea de República, institución que presupone la igualdad. Menem, De la Rúa y Duhalde son millonarios. Cristina y Néstor son multimillonarios. No ricos. No de clase alta o media-alta. Multimillonarios. Multimillonarios dispuestos a usar su dinero ilegalmente para financiar sus campañas”.

De “La Ferrari es mía, mía, mía” a “La billetera es mía, mía, mía”, dijo Iglesias, en referencia a la antológica respuesta de De Narváez cuando el periodismo tuvo la osadía de pedirle una rendición de sus gastos en propaganda electoral. Hasta ahora ni un dato. Cualquier similitud entre la actitud frente a los fondos de Santa Cruz y los fondos de Las Cañitas no es pura coincidencia. Iglesias terminó su reflexión en Radio Continental recordando el artículo 16 de la Constitución Nacional: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base de las cargas públicas”.

La luz de alarma hay que encenderla cuando la tragedia no se produce de milagro. En Tandil se pudo ver a dos grupos dispuestos a enfrentarse a golpes de puños, a palazos o de cualquier manera. De un lado estaban los que defendían al campo y del otro lado La Cámpora o la Agrupación Evita que bancaba al Gobierno.

Lo de Lobería superó todos los límites cuando Daniel Scioli fue agredido con huevazos, piedras y alguna trompada. El gobernador-candidato les hizo una advertencia y puso todo en términos más dramáticos todavía: “Tendrán que pegarme un tiro en la cabeza para que deje de trabajar, pero apunten bien o derriben el avión para que dejemos de viajar al interior”.

El diputado Agustín Rossi, en Reconquista, sufrió un ataque de similar cobardía. A esta altura los productores agropecuarios que apelan a esa metodología no tienen ninguna justificación. Cometen delitos que deben ser sancionados. Su actitud, igual que la de Néstor Kirchner durante el conflicto con el campo, consigue los resultados opuestos a los buscados. Si quieren manifestar su repudio a la política del oficialismo hacia los pueblos del interior deberían organizarse, ofrecerse como fiscales y tratar de conseguir la mayor cantidad de votos posibles. Pero a esta altura, el que va a escrachar a un kirchnerista es un antidemocrático que además perjudica al campo. Por más bronca e inexperiencia que tengan, a esta altura ya no tienen ninguna justificación, y la Mesa de Enlace debe ser contundente y descarnada en su repudio.

En Córdoba, el Frente para la Victoria compró todo el talonario que rifa el cuarto lugar para el 28 de junio. Las huestes de Luis Juez, Juan Schiaretti y el radicalismo tienen el podio asegurado aunque pelean por los escalones mayores. Cristina quiere ayudar a su gente pero muestran una importante desorientación. Tuvieron que suspender a último momento un acto en Embalse, utilizando como excusa las recomendaciones del Ministerio de Salud para evitar las multitudes que podrían multiplicar la gripe porcina. En Córdoba todavía no se ha registrado ningún caso y resulta inexplicable por qué se pueden hacer actos en Mendoza con la Presidenta y en Embalse, no. La explicación más razonable la aportó el candidato a senador Eduardo Mondino: “Lo de la gripe es una falsedad del Gobierno. Quisieron cooptar al intendente de Embalse y como se negó le suspendieron el acto. Federico Alesandri es un viejo compañero peronista que no quiso alinearse con los Kirchner y pagó las consecuencias”. De todas maneras, el daño institucional fue irreparable. Cristina visitó Río Tercero y ni siquiera le avisaron al gobernador. A la hora de la venganza, los Kirchner violan hasta las más elementales formas de convivencia republicana. Y castigan mucho más ferozmente a aquellos a los que consideran traidores porque los abandonaron en el camino que a sus históricos enemigos ideológicos. Si lo sabrá el vicepresidente Julio Cobos, quien decidió lanzarse con toda claridad a la precandidatura presidencial como para contrarrestar la fama de lento e indeciso que le hace su caricatura en el programa de Tinelli. Cobos le está poniendo el cuerpo a la campaña en Mendoza porque sabe que sólo un triunfo de su gente lo pondría en la maratón que él quiere correr. Si llega a perder su espacio, queda liberado para Elisa Carrió o Hermes Binner, también según les vaya en la feria.