viernes, 26 de septiembre de 2008

La ley de la calle 13


JAUME RODRÍGUEZ 26/09/2008
El reggaeton es el estilo más vituperado del mundo. Vende millones de discos pero se considera retrógrado y machista. Dos hermanastros de Puerto Rico, Calle 13, se han empeñado en dotarle de dignidad y conciencia. Publican su tercer álbum: Los de atrás vienen conmigo. Más claro, imposible.

CALLE 13 quema suela a una velocidad de vértigo: gracias a las ventas millonarias de sus dos discos son solicitados por Alejandro Sanz o Nelly Furtado. El segundo, Residente o visitante, destronó a Jennifer López de lo más alto de la lista latina de Billboard, entró en lo mejor de 2007 para The New York Times y logró varios grammys latinos por mencionar algunos de sus precoces logros.

Fue en la ceremonia de estos premios, interpretando una de sus canciones junto a un grupo de indios araucos venidos desde Colombia, cuando iluminaron el rostro de su ídolo Rubén Blades. Una gran noche para Eduardo José Cabra Martínez y su hermanastro René Pérez Joglar, dos puertorriqueños de 30 años. Ahí fue cuando el mito panameño accedió a rapear en La perla, uno de los temas del inminente Los de atrás vienen conmigo. Tercera etapa de un camino sin fin a la vista que, nuevamente, recorren junto a una imprevisible lista de colaboradores. Un nuevo disco que traspasa definitivamente las fronteras del reggaeton. La cumbia y el hip-hop siguen presentes, pero ahora cambian el tango que capitalizó parte de Residente o visitante por una paleta de sonidos más amplia. Siguen expandiendo su punto de mira panamericano por todo el globo. Y con la misión de siempre: descubrir su país al mundo y descubrir el mundo a su país.

Llegaron ayer a Madrid de Puerto Rico y aún no han parado de dar entrevistas para presentar Los de atrás vienen conmigo. Eduardo devora una milanesa de pollo en un elegante restaurante italiano de Madrid mientras el jet lag le devora a él. Quien tira de reservas para, una vez más, llevar la voz cantante es su hermanastro René, licenciado en Arte por cuya cabeza transitan los cuadros de Bacon, el cine de Medem y Lynch o los libros de Chomsky y compañero sentimental de la ex Miss Universo Denise Quiñones.

Llama la atención la colección de tatuajes que lleva en sus gimnásticos brazos. En el derecho, por citar alguno, un cuadro anónimo de Basquiat y una figura femenina de Matisse. En el otro, los nombres de sus siete hermanos y, presidiendo, el rostro de su madre, la actriz de teatro Flor Joglar. "Eso en Puerto Rico no significa nada. Ahora trabaja en un hospital, de recepcionista", dice sacando pecho por su familia. "Me llena de orgullo. Nos criamos todos juntos, incluso comíamos en una mesa redonda para que supuestamente fluyera la energía. A los dos nos critican bastante, pero nos ayudan mucho a mantener los pies en el suelo".

Y si en lo musical vuelven a dar un paso adelante, las letras no podían ser menos. Con Atréve-te-te, el gran éxito hasta la fecha del dúo boricua, demostraron cómo despertar conciencias desde la pista de baile. Hedonismo y compromiso siguen conviviendo sin chirriar gracias a la retórica inventiva de René, En el universo actual de Calle 13 habitan cuentos para niños de 40 años a lo Tim Burton, ráfagas verbales contra el latino que reniega de su identidad y sólo ansía ser gringo. Fiestas de locos en las que encontramos curas pedófilos y "un anciano corriendo en bicicleta en calzoncillos con viagra en los bolsillos".

Y política. Ya habían hecho denuncia frontal como la de Querido FBI, una canción lanzada a las 30 horas de la muerte a manos de esa agencia de Filiberto Ojeda Ríos, el puertorriqueño más buscado por el Gobierno Federal de Estados Unidos, un anciano que fue trompetista y terminó siendo líder del Ejército Popular Boricua. O Tributo a la policía tras la muerte el año pasado del mejor amigo de René. "Me molesta la gente de mi país que es indiferente, que le da igual cualquier cosa", dice su autor. "La mayoría no quiere ser independiente. Yo hablo de eso y me convierto en comunista".

Un discurso que desde fuera cuesta imaginar en boca de alguien que vive en la burbuja del éxito masivo: "Estando donde estamos, la cuestión de los que vienen de atrás se nota todavía más. Antes no era tan consciente, quizás porque estaba bien metido ahí. Pero ahora, cada vez que voy a Estados Unidos, me doy cuenta de quiénes son los que limpian el piso de los hoteles y las cocinas de los restaurantes. Yo no estoy barriendo un edificio para ganarme la vida ¿entiendes?, pero sí lo veo. Es como observar una pintura de cerca o hacerlo de lejos: vas a apreciar lo mismo, pero de diferente manera" René, el aludido, quiere disparar la duda:

Es el proceso de enriquecimiento de dos personas que siguen chupando de todas las fuentes: "Este último año y medio no hemos parado de viajar. Y eso se nota. De nuestro paso por un festival en Nueva Orleans nos quedamos con el dixieland de Ven y critícame. Los ritmos ochenteros de Electro movimiento tienen que ver con nuestras visitas a Miami. También está la cumbia villera, fuimos mucho a Argentina. Y a Uruguay, por eso lo del candombe en el tema de Rubén", resume Eduardo. Pero como reconocen ambos, la gran novedad es la inclusión de los ritmos balcánicos: "Nunca hemos estado ahí, eso tiene que ver con Kusturika. Yo le conocía por su música y por la película Underground, pero luego vi un concierto que dio en Buenos Aires y aluciné. Me interesaba coger esa música, meterle un rap chévere y hacer una onda así medio teatral", dice René. Y, como siempre, con un ejército de amigos, admiradores y colaboradores: Si en el anterior se rodearon de La Mala Rodríguez, Orishas o el oscarizado Gustavo Santaolalla, ahora, además del gran Rubén Blades, encontramos a Café Tacuba y casi al mismísimo Juanes, "ésa al final se cayó. Política, líos de poder, burocracia de disquera, boberías que no deberían afectar", se lamenta René. "Pero él es un tío superfácil, buen músico, no le costó adaptarse a nuestra onda. Era un tema bailón, como una samba hecha con 30 músicos argentinos y una guitarra a lo Fela Kuti. No sé, quizás salga en un futuro".

Son las cuatro de la tarde. René apura un tiramisú y el vaso de leche que ha pedido para relajarse. A Eduardo y a él "sólo" les quedan unas entrevistas para la televisión, otra más de prensa y una última dentro de la furgoneta que les llevará al aeropuerto de Barajas. Y de ahí, rumbo a Barcelona. El mismo sitio al que en 2003 llegó René para estudiar cine atraído por su novia de entonces y que dejó. "Llevaba tiempo escribiendo rap y tenía en mente un proyecto en plan urbano para hacer en Puerto Rico". En la Ciudad Condal más entrevistas, un concierto por la noche y a la mañana siguiente de vuelta a casa para coger aire antes de empezar un nuevo periplo entre periodistas por México, Argentina y el resto del continente americano.

Menos abiertos son a la hora de dejarse vestir por los estilistas. Un par de horas antes, a poco de empezar la sesión de fotos que ves en estas páginas, le proponen a Eduardo un modelo en base a una bata y unos shorts muy shorts de cuadros escoceses. Y a René, un plumas de camuflaje militar a juego con otros pantalones cortos. No. "Somos bien difíciles", comenta René sonrojado mientras Eduardo, soñoliento en un sofá, le recuerda con sorna que no lleva las piernas depiladas. "Las giras de promoción son lo peor de mi trabajo", confiesa su hermano.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Con el jazz no se meta


Martín Caparrós24.09.2008

Me gusta que la Presidenta explique en su reunión de jefes de Estado que el Mercado solito no puede arreglar todo y que el Estado también debe intervenir. Ya lo decíamos cuando ella y su marido gobernaban menemistas y vendían el petróleo nacional, pero me alegra que ahora se haya dado cuenta o, por lo menos, que lo diga. Me gustaría más, claro, si usara menos dinero de Su Estado para pagarle al FMI, al Club de París y a los ahorristas italianos, y un poco más para que en la Argentina funcionen escuelas y hospitales, pero ya me explicaron intelectuales varios que este gobierno es el mejor de los peores y que esto es lo que hay y que lo disfrutemos.

Así que nada, un placer escucharla dar lecciones en la ONU y, de últimas, si quiere joder a millones de argentinos, su derecho: los argentinos son grandes y supongo que saben defenderse. En cambio lo que no puedo soportar es que se meta con el jazz.

¿Qué es ese invento del “efecto jazz”, señora mandataria, para bautizar la crisis de la economía más central y dominante del planeta? No subrayemos que ahora usted dice que la crisis de Wall Street “se expande desde el centro hacia el resto del mundo” cuando, hace unos días, todavía entre nosotros, decía que esa crisis no nos iba a tocar.

Son contradicciones menores, las habituales, del estilo a los bonistas no les vamos a pagar nunca –hasta hace unas semanas–, y ahora les pagamos. El tema no es ése; son detalles sin importancia. Pero, en cambio, el jazz: con el jazz no se meta, su excelencia.

¿Usted sabe, señora mandataria, qué es el jazz? ¿Usted tiene por ventura alguna idea sobre la música más negra de un país donde los negros que la inventaron no podían subirse al colectivo o comer en los restoranes o estudiar en las escuelas de los blancos? ¿Usted sabe que estuvo prohibida en cantidad de lugares, perseguida en cantidad de lugares, hasta que empezó a ser aceptada y que, de todos modos, siguió siendo un arte marginal? ¿Usted sabe que nunca fue un buen negocio, que subsiste por pura tozudez de sus cultores? ¿Usted sabe que muchos de sus grandes fueron pobres, drogones, izquierdistas? ¿Que muchos de sus mejores tuvieron que dejar su país para seguir viviendo de su música? ¿Usted se da cuenta de la injusticia que ha cometido al asociar esa música de ex esclavos con lo más despiadado del sistema capitalista americano? ¿Usted no cree que las palabras significan y que uno debe saber qué está diciendo? ¿Usted sigue creyendo, muy señora mía, que puede decir cualquier verdura? Sí, claro, está visto que puede: cite a Marx al revés, báñese en la laguna equivocada, insista en que redistribuye, dibuje, invente, siga usando la lógica del redactor publicitario –una fórmula vale más que media idea–, pero no se meta con el jazz. Sí, le puede parecer una tontería. Y es una tontería. Su función no le asegura el monopolio: a mí también me gusta, cuando puedo, decir tonterías.

PD: así que, ya que estamos, podríamos hacer un casting de nombres para la crisis financiera americana. Ofrezco un par para empezar: efecto marine –por su fuerza de choque planetaria–, efecto hamburguesa –porque nos hicieron carne picada y les cayó espantoso–, efecto cocacola –porque nos vendieron pura burbuja–. Son horribles. Si alguien quiere mandar alguno bueno, Criticadigital los espera bañadita.